viernes, 4 de diciembre de 2020

RESEÑA. CEREMONIA DE YERAY BARROSO.


 Ceremonia o estar encerrado en libertad. 📘

Libres pero presos. Esta vendría a ser la definición de nuestra generación. Libres para poder estudiar, salir, correr, comprar un lubricante o coger un vuelo a no sé dónde. Pero… ¿Hasta qué punto tenemos en nuestro poder esa libertad?. El primer elemento que la coarta es el dinero, y, por ende, este sistema de engranaje del que de-pendemos. Y es que colgamos del sistema como monigotes. Nos han vendido que somos libres, pero no lo somos. Somos una pieza más del puzzle que no se puede doblar, torcer ni perder. Somos “la hierba que no lleva fruta en sus raíces, / el racimo que ha venido a pasar por el mundo / como el vuelo triste de un pájaro que agoniza”. Dentro de ese conglomerado de vidas controladas por la producción está inmerso el individuo o el yo poético de Ceremonia: la voz coral de una generación. Una generación obligada a mirar entre sus orejas, que se siente cautiva de o en su propia vida. De ahí que los pájaros y las casas sean algunas de las imágenes principales del poema. Pájaros, libres y presos; casas, que nos dan y nos quitan libertad. Y es que vivimos de rutinas, de ceremonias… Mientras tanto, “yo soy distinto / y el orgullo de las casas / es solo la necesidad que la gente tiene / de sentir que es algo, / aunque sea un pedazo de historia / que no ha podido vivir”.

Ceremonia es un poemario-cárcel, un poemario melancólico, con un yo poético cabizbajo, esperanzado, a veces, en buscar el sentido de su vida (porque la vida se busca / cuando la inmundicia llena las semanas / y se cuentan las horas / para los días libres / y la prisión está fuera de la casa”), desilusionado, otras, cuando ve donde tiene que vivir, en un mundo en el que “el embate de este invierno sin lluvia / no dejará dormir” donde “la vejez [...] pesa a los veinte años” donde “la ausencia de palabra / es el ruido más insoportable, el temor de romper la hondura / silencia tu garganta. la oscuridad te hace vagar / en el círculo de tus pasos.” Quizá haya esperanza y podamos reconstruir esta sociedad porque “para construir una civilización [...] con pocas palabras basta”.

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